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Por qué decimos NO a la pornografía de la pobreza

El sufrimiento humano es una de esas pocas cosas que pueden despertar una respuesta directa en las emociones de los seres humanos. Está en nuestra naturaleza empatizar con nuestro prójimo, más aún si viven en una situación peor que la nuestra.

Como tal, parece lógico que las Organizaciones No Gubernamentales u ONGs que trabajan para luchar contra la pobreza o contra la injusticia, hagan uso de imágenes publicitarias que apelen al dolor, sufrimiento y miseria para despertar la solidaridad de los donantes o potenciales simpatizantes.

Durante años, ha sido habitual que las ONGs u organizaciones sin ánimo de lucro, utilicen en sus campañas de sensibilización y recaudación de fondos, imágenes de niños desnutridos o personas pobres en situaciones precarias. Los típicos niños negros “africanos” rodeados de moscas y esqueléticos que se nos presentan en la televisión en las campañas navideñas.

En estas fechas señaladas no pararemos de ver imágenes de niños y niñas negros, escuálidos y algunos de ellos enfermos, apelando a la caridad y misericordia de todos aquellos que estén degustando su comida de Navidad.

Esta técnica, conocida como «pornografía de la pobreza», lleva al límite la explotación consciente de la desesperación, sugiriendo que aquellos que viven por debajo de la subsistencia llevan una existencia lamentable y miserable.

Sin embargo, aunque hay innumerables historias de angustia entre las personas con mínimos recursos, ¿hasta qué punto son estas campañas necesarias y útiles?

Es cierto que este tipo de publicidad o marketing funciona como un método para hacer llegar la palabra a un público que puede, de otra manera, ignorar el problema. Sin embargo, a largo plazo, no alienta a la gente a pensar en los desafíos sistémicos de acabar con la pobreza.

El uso de estas imágenes, hace difícil que la comunidad en general entienda la realidad de los problemas que rodean a la desigualdad.

Las ONG que retratan a los más desfavorecidos bajo una luz tan manipulada están reforzando una burda división entre 'nosotros y ellos' y alimentando la idea colonial de que 'ellos' dependen total y absolutamente de 'nosotros'.Haz click para twittear

Vamos a exponer aquí brevemente tres razones por las que creemos que “la pornografía de la pobreza” puede resultar muy peligrosa y dañina.

a) Todo para el pobre (pero sin el pobre)

Uno de los mayores problemas de este tipo de marketing es que tiene un éxito increíble en dar poder a la persona equivocada. Lo hace de dos maneras. Primero les dice a los donantes que por su posición en la sociedad y por sus recursos tienen la capacidad de ser los salvadores en comunidades de las que tal vez no sepan nada, perpetuando un paternalismo peligroso.

En segundo lugar, “la pornografía de la pobreza” debilita a los ayudados. Este tipo de campañas “cosifica” a los sujetos definiéndolos por su sufrimiento privándoles de determinación. Los deja como meros beneficiarios indefensos y dependientes del apoyo de los “otros” para cualquier transformación, cuando, en realidad, abordar con éxito la pobreza significa habilitar a las personas desfavorecidas para transformar sus propias comunidades.

Cualquiera que haya sido testigo de la miseria y de la desigualdad, habrá tomado conciencia de que entre las personas que viven situaciones precarias o injusticias, se encuentran algunos de los seres humanos más fuertes y tenaces. De los 1.300 millones de personas afectadas por la pobreza extrema en todo el mundo, hay personas que están trabajando diariamente para mejorar su vida y la de sus semejantes. En definitiva, héroes no reconocidos e invisibles para el llamado “primer mundo”.

b) El peligro de la historia única (otra vez)

La “pornografía de la pobreza” omite todos los elementos discursivos necesarios para tener una comprensión más profunda de un tema complejo e ignora en el discurso audiovisual los cambios estructurales necesarios que deben ocurrir para solucionar dicho problema. Volvemos otra vez a construir un único relato en base a un constructo social de occidente y sus estereotipos.

Esta simplificación y línea argumental abusiva (no olvidemos que se está violando muchas veces el derecho a la intimidad de niños y niñas en situaciones vulnerables) sigue perpetuando ideologías y narrativas peligrosas que alimentan prejuicios racistas sutiles (o no) como el complejo del salvador blanco.

La pobreza es holística, afecta a toda la persona y no sólo a lo que es perceptible a los ojos. Las personas que ven esas imágenes lastimosas pueden llegar a definir la pobreza por el sufrimiento físico y la falta de recursos materiales. Mientras que las personas afectadas definen su condición con palabras como vergüenza, inferioridad, impotencia, humillación, miedo, desesperanza, depresión, aislamiento social e invisibilidad.

Además, volvemos a concentrar la pobreza y la necesidad en determinados lugares geográficos alimentando nuevamente el imaginario colectivo racista y la idea completamente sesgada de que toda África es un pozo de calamidades y miseria. No, África no es un país. Y no, no todos los niños y niñas pasan hambre en África.

c) Sí, la pornografía de la pobreza es rentable

Esta es la razón por la que esta representación de la pobreza se ha hecho tan popular entre las organizaciones de ayuda humanitaria. Cuando se trata de rentabilidad, el porno de la pobreza cumple su promesa. De hecho, es más probable que la audiencia haga una donación cuando un anuncio muestra a un niño que está sufriendo, en lugar de estar feliz y sano. Al final del día, “la pornografía de la pobreza” no es más que el resultado de un sistema de marketing y publicidad utilizado durante décadas por organizaciones sin ánimo de lucro (blancas en su mayoría) que intentan recaudar dinero para sus programas humanitarios. Y funciona.

Además, este tipo de campañas se vuelven competitivas porque las organizaciones deben convencer constantemente al público de que están tratando con los más necesitados o con los «pobres que lo merecen» convirtiéndose en una carrera ominosa en pro de la imagen más impactante y lastimosa.

Esto plantea una serie de preguntas:

¿Merece la pena dicha rentabilidad a cambio de seguir perpetuando falsas ideologías y estereotipos?

El cambio sostenible en las comunidades, ¿no es algo más que la suma de donaciones financieras?

¿Hasta que punto no es esto sino una forma más de perpetuar el racismo y las falsas creencias sobre determinadas comunidades y grupos poblacionales?

Hacia otro paradigma de la captación de fondos o «fundraising»

si se quiere transformar realmente las comunidades para que sean económica y socialmente justas, se deberían de crear vías para que las voces de los más desfavorecidos sean escuchadas sin imponerles construcciones ideológicas occidentales.Haz click para twittear

En este sentido algunas ONG ya empiezan a demostrar que otro marketing más consciente es posible. Como muestra una campaña de fundraising para la ONG Communities for Development que busca recaudar fondos para impulsar negocios locales en Bulambuli, un distrito al este de Uganda.  

La campaña apela al humor y la sátira a través de un videoclip titulado «money makes money» (el dinero llama al dinero). El video, que han rodado en la misma zona y con la ayuda de las personas que se beneficiarían de las donaciones, muestra una riqueza simulada como si de un videoclip de Rap de la MTV se tratara, para llamar la atención y así conseguir los 30.000 euros que necesitan para impulsar la economía local. Toda la comunidad se ha volcado en construir los materiales y producir el vídeo para la campaña, haciendo partícipes a los beneficiarios desde el inicio en la generación del cambio de su comunidad.

¿Otra Navidad con niños negros pasando hambre y rodeados de moscas?

No, gracias.

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